jueves, 15 de noviembre de 2018

Un barquito de papel circulando por las tuberías de una gran ciudad


     Lo meto en el bolso. Por si acaso, el perfume, un papel, la pinza. Y, por si acaso, Manolo Marcos. Porque Tácticas de payaso ha sido un descubrimiento. De los que generan inspiración. Sucede tan poco que, cuando lo encuentras, lo atesoras. Por si acaso pudiera abrir algún cerrojo, las manoseadas sienes o alguna vena, sin necesidad de la sentimentalidad recurrente del espejo. O por el puro placer de amar el lenguaje por sí mismo a través del intrincado juego que te propone el autor. 
       Es un barquito de papel circulando por las tuberías de una gran ciudad. Y no quiere ser interrumpido en la velocidad de esa aventura, me temo. Con ese acento vanguardista del sombrerero y su entraña abstracta, el pulso embotellado en el mensaje, la música (in crescendo) del que es creador. Te mira de reojo. Hace del gargarismo un romanticismo casi ancestral. Tácticas de seducción y evasión —dos palabras ya suyas— donde el ego tiene el único bozal permitido: el de la sátira. 

«Porque hay preguntas que sólo 
pueden responderse a golpes». 

       Por no encontrar a quien encuentre buenas preguntas a nuestras respuestas, me digo. 

«Con mi pena tartesia 
me compongo, pleno de dudas, 
y la necesidad de tragarme una escopeta».

       Lo anterior lo desliza con un chorro de voz encriptada en la revolución de las persianas. 

       Ese barquito ya se me ha instalado en el imaginario insurrecto que circula por los entresijos de lo táctil. Con ese poso surrealista que tanto me aporta. Esto último es, para mí, lo mejor. Una bocanada de posibilidades para la literatura. Gracias.

      Dejo aquí el poema Tratado ridículo de antropología, incluido en el libro Tácticas de payaso (Ediciones Tigres de papel, 2015), de Manolo Marcos

«El hombre meteorito, el hombre acémila,
con su pulga mayúscula deambula
hecho de firmamento y suela de zapato 
por enteros océanos, no va
a ningún desierto sin paraguas.
Minoría descomunal
este hombre compuesto 
de horizonte desnudo que pierde la memoria. 
Tanta altura brillante
o
lágrima de arena 
se acabará algún día,
y fijaremos nuestra residencia
en la primera duna que veamos
por riguroso orden de resurrección.
Amo por tanto su neurona triste».


       Ya Madrid se ha disuelto feliz en la marabunta de los archipiélagos que pueblan su consciencia más disparatada. Entretanto, la señorita Mouthless y yo vamos trazando el mapa de las asiduidades más confusas y latentes de la cabalidad.
       
(Imagen tomada de la página del libro en Facebook)


       

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