domingo, 6 de febrero de 2022

Nuestro corazón reparte los acentos


      «La verdad, lo real, el universo, la vida -como queráis llamarlo- se quiebra en facetas innumerables, en vertientes sin cuento, cada una de las cuales da hacia un individuo. Si éste ha sabido ser fiel a su punto de vista, si ha resistido a la eterna seducción de cambiar su retina por otra imaginaria, lo que ve será un aspecto real del mundo. Y viceversa: cada hombre tiene una misión de verdad. Donde está mi pupila no está otra; lo que de la realidad ve mi pupila no lo ve otra. Somos insustituibles, somos necesarios. Dentro de la humanidad cada raza, dentro de cada raza cada individuo es un órgano de percepción distinto de todos los demás y como un tentáculo que llega a trozos de universo para los otros inasequibles. La realidad, pues, se ofrece en perspectivas individuales. Lo que para uno está en último plano, se halla para otro en primer término. El paisaje ordena sus tamaños y sus distancias de acuerdo con nuestra retina, y nuestro corazón reparte los acentos. La perspectiva visual y la intelectual se complican con la perspectiva de la valoración».



Fragmento de las crónicas de El Espectador
(José Ortega y Gasset, 1916-1935)



(Ilustración: Ashes of humanity, de ~voodoomind)

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      Somos el epicentro del paisaje. Servimos de espejo a una realidad conmensurable y atada a unas coordenadas implacables e inherentes al tiempo. El propio. Y nuestra víscera más voluntarista —el corazón— no podrá nunca abarcar la verdad ni el conocimiento supeditado a una distancia impresa en nuestros genes.

Madrid tiende hoy sus tentáculos hacia dentro. Está íntima, como desnudando su fábula emocional sin que nadie la descubra. A veces la envidio, es tan infinita su sospecha.


Aránzazu.

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