martes, 1 de marzo de 2022

El más disparatado pero leal emisario

«SALUTACIÓN 

     Siempre vivimos frente a un río de dos orillas. La de enfrente para toda nuestra vida, nuestro pensar y nuestro mirar es América. Figuraos si tendré ganas de llegar ahí cuando ha sido ése el paisaje que he estado contemplando a través de los años sentado en mi mesa, esperando la hora de tomar la barquita...
Lo que marcaba la perspectiva de lo que iba haciendo es lo que me escribían desde esa otra orilla. Así desde que se inició mi literatura tengo ahí unos amigos correspondientes en las mismas corazonadas y con los mismos atisbos, a los que ahora voy a abrazar. Yo que recorrí con algunos las viejas calles de Segovia y de Madrid voy a recorrer ahora las jóvenes calles de Buenos Aires cuyo arte y cuya luz están tan admirablemente radiadas por Jorge Luis Borges y después haré viajes en los trenes que van medio por el cielo, medio por la tierra, para sentirme en el palpitante tobogán que con tanta emoción ha descrito Güiraldes. 
Esa facilidad para la imagen que hay en los ojos funambúlicos de Girondo —100 revoluciones al segundo— y en los cuarenta grados de fiebre de Alberto Hidalgo, quiero exponerme yo a experimentarla andando también por el alambre de ese meridiano. Voy a comprobar en la Argentina el mundo de enfrente, donde se habla la palabra en que nacimos, con la misma claridad y con una esperanza que está más en su mediodía. No voy en tono profético ni revelador. Voy como adánico emisario que sólo ha aspirado siempre a devolver algo de su espontaneidad a una naturaleza que era eminentemente espontánea. 

Voy también a reunir dos emociones distantes. La de aquella inolvidable revista Don Quijote que tan vivaz gesto hizo a mi infancia en aquellos tomos encuadernados en fuerte piel de becerro por aquel pariente que había vivido mucho en la Argentina y la de este MARTIN FIERRO que, aunque ya se sabe que su Clavileño pace en las Vías Lácteas, tiene un sabor zumbón libre y desgarrado de buen descendiente argentino. 
Mis conferencias son las que me ha dictado mi tiempo y voy con ellas a dar mi visión particular del mundo. La menos oficial de las visiones, la más inacabada. No voy a revelar nada trascendental, pero voy a tener una actitud libre y heroica en mi arbitrariedad. Voy a mostrarme, en fin, tal como me conocéis y me suponéis. 
Soy en realidad el primer condiscípulo literario de esas juventudes y siento entusiasmado el milagro de que silenciosa y desinteresadamente se encuentren junto a mí los jóvenes que más protestan de todo y para los que será difícil encontrar un emisario español. 
En la velada literaria yo voy a recoger esa culminante alegría que hay en la cinta cinematográfica cuando el condiscípulo del colegio lejano se hospeda en casa del hijo de los próceres y el padre y la madre encuentran en tal huésped un parentesco que crea esa simpatía del adolescente en plena rebeldía para todo, menos para el condiscípulo predilecto. 

¡Mucha luz en el hall argentino para filmar ese acontecimiento por primera vez sincero y sin etiqueta, al margen de las academias y los profesores, en la vacación, en la más pura hora de asueto! 
Soy el menos oficial de los emisarios, soy quizás el más disparatado, pero soy de los más leales, sin que piense hacer campanuda mi voz al hablaros y mostraros mi sencilla prestidigitación. 
Cuando parece que hay que ir a visitaros con las grandes gafas de carey, yo voy a ir con mi risueño monóculo sin cristal, buscando la confianza del humorismo criollo, fraternizando en la misma fiesta de escepticismo y campechanía y recordando a mis compatriotas la eterna bohemia y el eterno sarcasmo español. Yo, que busco lo que de más humano, pintoresco y almado hay bajo los empaques, sé que he de encontrar el espíritu incrédulo en que más se redime el hombre y en cuyas bromas se liberta de las grotescas seriedades, seriedades indignas de los que han de pasar por el embrome de la muerte, que todo lo echa a barato y es pataleta verdadera de clown. 
Yo voy buscando eso que es la principal virtud del pueblo nuevo y original, su desobediencia a esa solemnidad ya del todo desprestigiada en la vieja Europa y que no debe ser entronizada en ningún sitio, porque no hay nada que haga más esclavo al hombre. 
Lo nuevo tiene que resplandecer en América donde no hay ningún viejo fanatismo que detenga la aurora esperada. Yo voy a augurar con vuestros augures ese nacimiento, a gritar esa epifanía, a festejar el preámbulo, a proclamar el respeto que merece el advenimiento que va a consagrarse en esa meridianidad en que se congrega de nuevo la rediamantina luz de la mañana griega para que se plasme un nuevo arte, ciñendo la túnica, más inconsútil y macerada que nunca del nuevo estilo, a la desnudez de la Venus nueva recién parida por los mares siempre nuevos».

Mensaje de Ramón Gómez de la Serna al periódico Martín Fierro, antes de viajar a Buenos Aires. Ramón canceló luego este viaje. Visitaría la Argentina por primera vez en 1931, antes de radicarse definitivamente aquí en 1936. 

(Fotografia tomada del archivo de Cielo Naranja*)


     Cómo me gustaría vislumbrar por una mirilla las conversaciones que mantuvieron Ramón Gómez de la Serna y su gran amigo Oliverio Girondo, compañero en la Argentina durante el exilio del español. Poder asistir a toda clase de elucubraciones en sus horas de asueto, cuando la genialidad y el humor regalaría a las callecitas porteñas un espectáculo tremendamente apetecible. Dos símbolos de la vanguardia literaria reunidos en el tiempo y en el espacio. Ya impagable sería que también, asiduamente, se presentara Borges, figura que daría el toque circunspecto al momento. Un cuadro que no tendría competencia. 

Siempre he admirado la literatura que dignifica el absurdo como elemento primario de la introspección que va a desembocar en un surrealismo —transitable o no—empapado de pasiones y suciedades que despiertan en mí una querencia insobornable. De ahí que el dúo formado por Girondo y Gómez de la Serna me resulte tan esencial, aun conservando cada uno su particular estilo. Pero se acercan mucho, justo ahí en ese punto en que el ritmo narrativo nos eleva los pulmones en un arquetipo de la risa tan amable como voraz. Comunión con el lector siempre entre bambalinas. El humor como maná impetuoso de un desesperado acto de soledad. La magia del lenguaje recobra así una envoltura del miedo que nos sabe abrazar.
Me gusta mucho la vitalidad que rezuma esta misiva y en la que se puede apreciar el amor hacia el vínculo que conecta dos orillas coetáneas en el fulgor de las vanguardias. Cada orilla con su frente, su idiosincrasia y su vigor contextual. Vínculo tan fraternal como intelectual.

La señorita Mouthless y yo escuchamos alertadas el regreso de la nada. Madrid cabecea, sueña, se pierde en la humareda de otro siglo en el que nos enamoró. 
Hay que buscar nuevas mirillas por las calles.
Y tropezar con otro lenguaje. 


Aránzazu.


*En la fotografía podemos ver: 
De pie, de izquierda a derecha: Eduardo J. Bullrich, Jorge Luis Borges, Francisco Romero, Eduardo Mallea, Enrique Bullrich, Victoria Ocampo y Ramón Gómez de la Serna. 
Sentados, de izquierda a derecha: Pedro Henríquez Ureña, Norah Borges, Oliverio Girondo, María Rosa Oliver, Ernest Ansermer y Guillermo de Torre. 

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