«¡Eh, amigo!
¿Cómo estás esta mañana?
¿Recuerdas algo
de lo que te ocurrió ayer?
Ya sé que no te importa.
Te llueve por la noche
y caminas todo el día,
y vas en busca de tu ser.
En tus labios brilla una sonrisa
que penetra
en lo más hondo de mi ser.
Ya sé que no te importa.
Tú tienes que seguir,
tú debes conseguir
que nada te ate aquí.
En tu mente ya lo pones
todo tal como ha de ser.
Sigue luchando
y podrás lograr al fin tu ser».
Sr. Troncoso
(Álbum Hijos del agobio (1977), de Triana)
Hay canciones que atesoran una nostalgia implícita en cada rincón por donde se las escuche. Nostalgia que conecta con cierta melancolía indecisa que suele doler de forma bonita.
Sr. Troncoso me envuelve siempre por su sencillez estructural y, a la vez, por la épica de una melodía folk que adquiere cuerpo de himno a través del sonido del ayer repartido entre las esperanzas del presente.
La canción se reconoce enseguida por la emoción que logra esa quietud inicial en el ritmo. Un conjunto de notas que te acomodan en un paisaje reconocible y donde el paisanaje está más vivo que nunca gracias a una tristeza tolerada y necesaria. La música dibuja su crescendo particular hablándonos del encuentro imaginario con nuestro «ser». Y mientras decidimos no pensar en el ser y disfrutar de estar, la canción va acelerándose y mezclando las voces con unas palmas finales que cierran la catarsis musical.
Triana es para mí el mejor camino por el que soñar despierta el lenguaje de la esperanza. Ya forma parte de la banda sonora de mi vida desde hace mucho.
A propósito del señor Troncoso —un aparcacoches alcohólico conocido por el grupo en Sevilla— rescato unas palabras de Jesús de la Rosa, cantante y compositor de Triana, en una entrevista para Televisión Española:
«El señor Troncoso es un personaje, una persona que vive en plena calle, que no tiene casa ni ná, que era el guardacoches del Paso Santo, y como nosotros salíamos por ahí cerca y eso, pues siempre charlábamos con él y realmente pues era una persona ya mayor que se emborrachaba y dormía por las calles. Y muchas veces nosotros, cuando no lo conocíamos, pasaba uno por el lao y siempre le daba esa cosa de ver cómo iba borracho y tal y cual… pero cuando fuimos conociéndolo y hablamos con él nos dimos cuenta que era una persona que tenía un punto de vista sobre la vida que no tenía que ver con lo normal, ¿no? Y eso fue».
Madrid y yo urdimos una forma de abrazarla con una canción.
Aránzazu.
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